El sacrosanto kirchnerismo de los derechos humanos se propone averiguar en que barrio nacieron y viven las personas o como ellas piensan para ver si están habilitadas a acceder a ciertos cargos.
Es lo que acaba de decir el viceministro de Justicia, Julián Alvarez, respecto de las explicaciones que los jueces deberían dar en el futuro si el proyecto gubernamental de “democratizar” la justicia avanza.
“Democratizar el Poder Judicial significa primero visibilizarlo y saber quiénes son nuestros jueces, qué antecedentes tienen, qué piensan. No pensemos que los jueces son personas aisladas de la sociedad”, planteó Álvarez.
“Los jueces nacieron en un barrio, tienen una educación, tienen pensamiento, ideología e ideas políticas que aplican en sus sentencias”, apuntó el funcionario, integrante del círculo más cercano a la Presidenta dentro de la agrupación La Cámpora.
A él se sumó el diputado del Frente para la Victoria Carlos Kunkel. “Los ciudadanos tenemos el derecho de saber la ideología de quienes cumplen la función pública”, reclamó, y apuntó que a algunos jueces les da “vergüenza revelar su formación jurídica o filosófica”.
El legislador, una de las principales espadas del Gobierno en el Congreso, agregó que “el acceso a la información de todos los ciudadanos es, en cualquier tema, una cuestión altamente positiva” y agregó: “Conocer cómo piensan los funcionarios [judiciales] no veo en qué perjudicaría”.
La raíz de esta metodología es fuertemente fascista. Que el conocimiento del pensamiento, el barrio de origen y el de residencia, la ideología y hasta los antecedentes escolares de las personas pasen a ser una condición para que puedan acceder a un cargo, implica la tácita confesión de que las personas con cierto pensamiento, nacidas en determinados barrios o que viven en determinados otros, que tienen unas ciertas ideas o que de chicos fueron a tal o cual colegio, no podrían acceder a un cargo público cuando la revelación de esos detalles no deje conforme al censor de turno.
Se trataría de una especie de los Comités de Purificación de los nazis por cuyo tamiz tenía que pasar prácticamente toda la sociedad para poder habitar el Tercer Reich, ni qué hablar de los funcionarios públicos.
¿O acaso suponen Alvarez y Kunkel que los jueces van a ser sometidos a estos interrogatorios y cuando sus ideologías, sus barrios o sus colegios no sean del agrado de los “Alvarez o Kunkel” de turno los van a dejar llegar a la judicatura de todos modos?, ¿para qué van a hacer todas esas preguntas si no es para transformar a las respuestas en filtros para sus cargos?
La Constitución, obviamente, estuvo muy lejos de darle este perfil facho a su diseño social. Solo ha requerido el requisito de la idoneidad para ejercer cargos públicos, con más aquellas cualidades profesionales obvias para desempeñarse puntualmente el el poder judicial. Pero para el resto de los funcionarios de la administración del Estado que, en muchos casos, comprometen mucho mas que un juez la vida ciudadana, no ha establecido la necesidad de que anden dando explicaciones de cómo piensan para poder sentarse en un sillón del poder.
Así, del mismo modo que, por ejemplo, Carlos Zanini -el funcionario mas influyente y encumbrado del gobierno después de la presidente- no tuvo que explicarle a la sociedad que es maoista y que desde su puesto hará todo lo posible para convertir a la Argentina en un país colectivista, tampoco se ve la razón para que un juez deba andar respondiendo a qué colegio fue para saber si puede ser juez. Uno, mis queridos Kunkel y Alvarez, no puede ser nazi para los demás y liberal para sí mismo.
La velocidad de acercamiento a las prácticas de regímenes que fueron abominables aquí y en el mundo es al mismo tiempo llamativa y preocupante. Y cuando uno inscribe estas declaraciones en un marco temporal en donde la Argentina aparece aliándose con Irán, teniendo peleas cada vez más ostensibles con el mundo occidental y democrático y haciendo avanzar al Estado sobre las libertades más cotidianas de los individuos -incluida obviamente la de expresarse libremente sin coacciones, sin amenazas, sin temores y sin aprietes- la intranquilidad y el desasosiego no podrían ser mayores.
No se sabe si el hombre de a pie, con los problemas para llegar a fin de mes que lo aquejan a cada paso, puede dimensionar el nivel de peligro al que nos acercamos.
No hay dudas de que esta comprensible desaprensión es utilizada como un factor a favor de los que persiguen un objetivo confesado: el de ir y quedarse con todo.
Por eso sería de la más absoluta prioridad que los que han pasado ese nivel de necesidades básicas -que hace que las personas que aun las padecen tengan la cabeza en otra cosa- tomen conciencia de lo que hay en juego y hagan lo que este a su alcance para poner freno al avance de un estado totalitario, y que la Argentina pase de tener un sistema a tener un régimen.
Hay que derribar muchos alambrados para iluminar ese camino; alambrados de miedo, de cobardía, de pusilanimidad, de creer que “por mi no van a venir…” No, no, no. Por ti van a ir. Aunque seas el último del “vamos por todo”, por ti van a ir. Porque “todo”, es todo.
fuente thepostarg