Desde comienzos de este siglo, la religión acompaña ideológicamente al cambio sustancial de la política exterior norteamericana, contribuye de manera explícita a la radicalización del discurso público e interviene en la polarización de aspectos trascendentes de su vida social. El espacio religioso, conformado mayoritariamente por sectores evangélicos y pentecostalistas, desempeña una influencia cada vez mayor sobre los gobiernos en Washington y exige una atención preferencial en las campañas electorales.
Pretendemos describir algunas generalidades sobre un tema que merece ser estudiado rigurosamente y que por razones obvias, excede las posibilidades de este trabajo.
Planteamos la problemática desde nuestra perspectiva y aspiramos a que sea un estímulo para que las observaciones de nuestros lectores lo enriquezcan con otros enfoques, nuevas miradas y mejores reflexiones.
Apuntes históricos
A comienzos del S.XVII, más precisamente en noviembre de 1620, a bordo del Mayflower, un grupo de puritanos ingleses cruzaron el Atlántico, desembarcaron en la costa este de América del Norte, en un área que llamaron Nueva Inglaterra, y fundaron una colonia cuya administración y organización comunitaria debía seguir estrictamente una rigurosa moral cristiana.
A criterio de estos pioneros, el cristianismo original había sido desvirtuado a raíz de la corrupción de las autoridades políticas y religiosas inglesas. El término puritanos, que designaba a este grupo de inmigrantes, indicaba de modo literal su pretensión de purificar la iglesia anglicana y restaurar en la práctica político-social, aquellos valores que se consideraban afectados por el abandono de la verdadera palabra del cristianismo.
Precisamente los que realizaban aquel viaje memorable, eran puritanos y lo hacían según decían- por la gloria de Dios, y el fomento de la fe cristiana. Miles de colonos llegaron en los años siguientes a ese lugar imaginado y fantástico que ya nombraban como nuevo paraíso, y nueva Jerusalén, sintiéndose a sí mismos como protagonistas de una gesta destinada a los elegidos.
En otras palabras, la colonización de los peregrinos puritanos irrumpía en América realizando la palabra bíblica y consumando el plan de Dios profetizado en las sagradas escrituras. Llegaban finalmente a la tierra prometida y habían sido señalados para fundarla, colonizarla y promoverla en el mundo.
Los motivos de la migración de los peregrinos del Mayflower son objeto de polémica entre los historiadores. Algunos aseguran que fueron perseguidos durante el reinado de Jacobo I, durante el S.XVII, otros afirman que ejercían libremente sus creencias.
En cualquier caso, el propósito de los puritanos al salir de Inglaterra habría sido en esencia, organizar una comunidad alejada de la corrupción del poder anglicano y papista dominante en Europa. Los movía un profundo sentimiento religioso y esa fuerza los impulsaba a buscar nuevas fronteras y auténticas posibilidades espirituales. Creían en la construcción de una utopía social cuyo gobierno se basara en los preceptos bíblicos en su más estricta versión calvinista.
Es que en las colonias protestantes la ley evangélica se imponía por encima del Estado y un moralismo rígido traducido en una legislación que sancionaba fuertemente a quienes se desviaran del programa religioso, caracterizaba sus relaciones sociales.
Para algunos analistas, esta tradición inicial y fundadora constituye el inicio de la trama que conforma, aun hoy, el sentido misional de la política global de los Estados Unidos de América.
Las bases religiosas.
Max Weber adjudicaba al protestantismo, especialmente a su versión calvinista, el carácter de impulsor del espíritu emprendedor y del deseo incontenible de obtención de riqueza por parte de la burguesía incipiente en el siglo XVI. El punto central planteado por Calvino, además del ascetismo y otras virtudes abstractas, lo constituía la firme creencia en la predestinación divina, aquel decreto insondable por el cual Dios, antes de que la existencia ocurriera, había decidido para cada individuo el destino final de su vida eterna. Para decirlo claramente, según Calvino, algunos alcanzarían la salvación y otros serían condenados independientemente de las acciones concretas que realizaran en la vida terrena. Este juicio arbitrario, pre-existente a la realidad del universo físico y humano, habría sido realizado por la exclusiva decisión de la omnipotencia creadora en un instante anterior al comienzo del tiempo, del espacio y de la creación del mundo. Según el calvinismo, “todas las partes y partículas del universo” tienen un papel preestablecido en el plan de la fundación del cosmos.
Para los elegidos, dice Juan Calvino, nacido en Francia y devenido luego en dictador de Ginebra, existían sin embargo, algunas pistas que le indicarían al hombre su destino último en el transcurso de su vida en la tierra. Por ejemplo, el signo más notorio de que la salvación eterna estaba asegurada, lo indicaba la riqueza material y el trabajo firme y esforzado dirigido a obtener éxito en el mundo de los negocios.
Esta legitimación ética, religiosa e ideológica del puritanismo de raíz calvinista se implantó en la cultura norteamericana como una marca profunda que llegaría hasta nuestros días.
Si analizamos estas creencias en una perspectiva más amplia ubicándolas en una dimensión histórica, encontraremos la percepción que sus descendientes, los norteamericanos, tendrán de sí mismos: hombres iluminados, héroes justicieros y pioneros elegidos por Dios para revolucionar la historia y proclamar desde el nuevo mundo descubierto, la misión universal que les fuera encomendada desde el principio de los tiempos.
Teología y destino
Luego de lograda su independencia y durante el S. XIX los Estados Unidos experimentaron una expansión notable. La población que a principios del siglo no sobrepasaba los 5 millones de habitantes, llegó a multiplicarse varias veces en cincuenta años. El territorio se fue extendiendo desde el Atlántico al Pacífico y las condiciones económicas, demográficas y tecnológicas de esa política, se legitimaba través de un discurso basado en un fuerte componente religioso.
Alexis de Tocqueville, escribía: “En Estados Unidos la religión está inserta en todas y cada una de las costumbres nacionales y en todos los sentimientos que evoca la palabra patria.”
Por lo tanto es evidente la relación del hecho religioso con la formulación del concepto de destino manifiesto, utilizado frecuentemente como emblema nacional en la historia norteamericana. Fue usado por primera vez por John O’ Sullivan en un texto referido a la anexión de Texas. Allí se explicaba que la superioridad política y económica de los Estados Unidos no solamente le daba el derecho a colonizar la totalidad del territorio, sino que esa supremacía y su éxito notorio, era la clara demostración de que estaban compelidos a hacerlo por mandato divino.
Y si se observara atentamente la historia de los Estados Unidos veríamos a sus actos políticos, más allá de cualquier valoración sobre ellos- como portadores de una potente fuerza moral, cuyos objetivos deberían coincidir con los deseos de todos los pueblos del planeta. Las propias aspiraciones entendidas como verdades universales, constituyen la esencia del destino manifiesto de los norteamericanos.
Los Estados Unidos-desde el punto de vista del pensamiento de sus dirigentes- se explica como una nación indispensable, cuya “excepcionalidad” consiste en la misión sagrada de guiar al mundo hacia un sueño-el propio-, que deberá, a través de su cultura o mediante mandatos geopolíticos, ser compartido por todos.
El patriotismo estadounidense y sus valores sustentados en el trabajo individual, la austeridad y su servicio de catequesis mundial se ha visto profundizado y extendido en los últimos años tanto por los acontecimientos políticos, como por la aparición de una corriente integrista, apoyada en el proselitismo y activismo del cristianismo evangélico.
El pastor Billy Graham, a propósito de los atentados del 9/11, pronunció ante la presencia del presidente y ex presidentes de los Estados Unidos una homilía en la catedral de Washington.
“Una de las cosas que necesitamos en este país es una completa renovación espiritual. Necesitamos una renovación espiritual en Norteamérica. Y Dios nos lo ha dicho con Su Palabra”, Explicitaba así con inusual franqueza una interpretación fuertemente religiosa de los atentados terroristas.
Es que los fundamentalistas cristianos toman la Biblia literalmente y la convierten en su guía para vivir, pensar y entender la historia. En el libro sagrado, sostienen, no existen metáforas, y cada línea, cada párrafo debe comprenderse exactamente como está escrito. Así, millones de personas de todos los niveles sociales no sólo objetan las teorías científicas aceptadas y rechazan todo liberalismo de las costumbres, sino que consideran que vivimos actualmente los últimos instantes de la especie humana. Nuestra época, afirman los predicadores, está marcada a fuego por el enfrentamiento entre el bien y el mal, por guerras devastadoras, hambrunas, epidemias y catástrofes, que no solamente le ocurren a los demás, sino a ellos mismos. La interpretación de la Biblia que recoge estas tendencias fue publicada por primera vez en 1909, pertenece a Cyrus Scofield y se utiliza como fuente principal en las corrientes fundamentalistas cristianas de los Estados Unidos.
Una derivación inesperada.
Existen actualmente diversas denominaciones religiosas derivadas del protestantismo clásico. Desde metodistas, presbiterianos y bautistas, hasta mormones, adventistas y por cierto evangelistas y pentecostalistas. Totalizan aproximadamente 50% de los habitantes de Norteamérica, según datos del último censo del año 2010.
Inscripto y desarrollado en el seno de los grupos mencionados, una versión mesiánica y milenarista del evangelismo protestante ha crecido significativamente en las últimas décadas. Se trata del llamado, sionismo cristiano. Una caracterización breve, diría que es un movimiento integrado al fundamentalismo pentecostal que respalda la soberanía de Israel sobre todo el territorio histórico y bíblico de Palestina, con la ciudad de Jerusalén como capital y centro sagrado irrenunciable.
Surgido en Europa en el S.XIX e introducido en los Estados Unidos por el pastor John Nelson Darby, el sionismo cristiano considera que solamente cuando el pueblo de Israel se extienda en todo el territorio comprendido entre el río Éufrates y el río Nilo (Eretz Israel, el Gran Israel, tal como lo dice el Génesis), tendrán lugar los acontecimientos anunciados por las profecías bíblicas: el Armagedón (la batalla final), y la segunda venida de Cristo que instaurará definitivamente el Reino de Dios.
La tesis de esta versión cristiana con base en los Estados Unidos, considera al moderno Estado de Israel, como un hecho meta-histórico y esencialmente religioso, generado no sólo por la voluntad política reparadora hacia el pueblo judío, sino en cumplimiento de las profecías de las escrituras sagradas. Estos acontecimientos preanuncian y están íntimamente vinculados-según proclaman- con la llegada del anticristo, la segunda venida de Jesucristo y al cabo, el fin de los tiempos ,el apocalipsis y la consumación de la historia humana.
El sionismo cristiano además de constituir un movimiento religioso, se ha ramificado hasta lograr un poder político creciente que no solamente integra el ala conservadora del protestantismo, sino otras ramas evangélicas moderadas, incluyendo grupos presbiterianos, metodistas, y numerosas denominaciones de iglesias en los Estados Unidos.
A pesar de que no hay cifras precisas se estima que bastante más de 20.000.000 de creyentes milita en esos movimientos, sin mencionar sus ramificaciones internacionales.
La realidad
La actual situación por la que atraviesan los Estados Unidos es particularmente compleja. La declinación de su hegemonía, las guerras exteriores, la sobre extensión de sus responsabilidades globales, la crisis económica y la polarización creciente de su sistema político, presentan un panorama proclive al aumento de los extremos ideológicos. En este contexto las manifestaciones religiosas juegan un papel decisivo.
Cuando surgen activismos sociales como el Tea Party y tanto la aparición de dirigentes políticos que militan en el conservadorismo más duro, como las corrientes evangélicas fundamentalistas promoviendo discursos milenaristas, renuevan con fuerza aquellas tendencias profundas provenientes del carácter histórico originario de los Estados Unidos.
La insistencia y la abundante bibliografía circulante que anuncia, y predica los signos del apocalipsis, el fin de los tiempos y la directa intervención divina en los acontecimientos geopolíticos, explica –entre otras cosas-la alianza incondicional de sectores influyentes del sistema político con las posiciones más inflexibles e intemperantes que pretenden la restauración del Gran Israel profetizado en el Antiguo Testamento.
Su influencia en el diseño y ejecución de la política de los Estados Unidos en Medio Oriente es un tema que comienza a preocupar a los analistas en el mundo.
Ocurre que las alianzas teológicas suelen ser más intensas, implacables y peligrosas que los intereses geopolíticos o económicos en juego.
Pensando el futuro
La religión y las creencias han sido preeminentes en la historia humana y todo imperio ha justificado sus acciones mediante la recurrencia a la religión o a los dioses dominantes. Pero en una época incierta, en que los valores se desvanecen y la globalización, el conocimiento y el funcionamiento de los mercados cambiaron las condiciones de vida de nuestro tiempo, debería ponerse atención en las ideologías religiosas que en cambio de contener, moderar y elevar las virtudes espirituales, exaltan sus tensiones y apelan a los miedos ancestrales del alma humana.
Los EE.UU han exhibido a lo largo de su historia, descubrimientos y avances espectaculares en ciencia y tecnología. Tanto su arte, su cine, teatro y literatura influyeron y se expandieron en el mundo. Han sido vanguardia en todas las ramas del conocimiento y han exportado al planeta entero su cultura y su modo de vida como indisolublemente ligados a los valores de la democracia liberal y los derechos del hombre. Sin embargo y como una paradoja, subsisten en el seno más profundo de sus raíces históricas estratos irreductibles de creencias y certezas, que al margen de toda sensatez, expresan un carácter quimérico, sectario y próximo al fanatismo, propagando una visión profundamente irracional del mundo.
No se trata de una cuestión de religiosidad o ateísmo y ni siquiera la problemática se relaciona con las ideas o la libertad de pensamiento. Estados Unidos de América es hoy la nación más poderosa de la historia tanto por su presencia geopolítica global, su riqueza e innovación creativa, como por el alcance planetario de su influencia civilizatoria. Por lo tanto su política general y muy especialmente su política exterior no debiera estar condicionada por el extremismo teológico.
Se requiere una máxima racionalidad política para atenuar los efectos de la divulgación masiva de las pasiones revestidas de leyendas. Mitologías que finalmente, en cambio de beneficiar al hombre, pondrían en peligro la estabilidad del mundo.
Procuramos que la humanidad, más allá de las devociones, naciones y culturas sea capaz de coexistir con las diferencias asumiendo que la verdad no es un dogma absoluto ni le pertenece exclusivamente a nadie sino-como enseñaron los maestros de la historia- es un camino de todos; una búsqueda compartida que debería hacernos mejores. “Todo lo que mutila la diversidad no ayuda a vivir”, dice un poeta.
Se sabe que la “paz perpetua” kantiana es una utopía, pero aspiramos a que la razón y la tolerancia logren imponerse sobre los intentos de oscurecer el juicio de los dirigentes y alterar el curso de la civilización humana.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Harold Bloom: La Religión Americana
Max Weber: La ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo
Alexis de Tocqueville. La Democracia en América
John Sullivan, publicado en Democratic View en 1845
Stephen Sizer: Sionismo Cristiano. ¿Hoja de Ruta a Armagedón?
Según el último Censo Nacional del 2010, el 50% de los norteamericanos (150.000.000) profesan algún culto relacionado con el protestantismo en diferentes versiones y denominaciones locales).
fuente grupoayacucho.com.ar