Juez del Proceso de Reorganización Nacional, no tuvo escrúpulos entonces para dejar indefensos y fuera del amparo de la ley a muchos ciudadanos. También en ejercicio de la magistratura, a veces logró dejar perplejos a legos y letrados con fallos no sólo carentes de criterio legal sino también de sensatez alguna. En defensa de su pliego, nos deparó la afrenta de llevar a un convicto a su lado. Como Ministro de la Corte Suprema, sus votos, lejos de lo jurídico, suelen complacerse en mero oportunismo político. En desmedro del principio republicano de división de poderes, solemos oírlo en pronunciamientos impropios de un magistrado, mientras que, como miembro del más alto tribunal, tolera que sus fallos sean desobedecidos por años sin que su conciencia ni sus principios se vean conmovidos en medida alguna.
Sin hablar de que, desde la audiencia del 6 de octubre del 2003, seguimos sin tener de él las explicaciones necesarias sobre su evolución patrimonial. Todo ello debe volver a juzgarse hoy, con motivo de la escandalosa revelación actual. Como dice Cervantes “…habiendo y debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y no nada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rencor ni la afición, no les haga torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir”.
Lo saludo atentamente.
Alberto Ignacio Mraz Arancibia
DNI 25317576