De hecho, una crisis financiera internacional casi resuelta (atado a esto, una economía mundial más activa y por ende con mayor demanda); Brasil, el principal socio comercial creciendo; la soja con buen precio; un sistema financiero local sin preocupaciones a la vista; un tipo de cambio competitivo; y una deuda controlada, formaban parte de un escenario que no era ideal pero estaba bastante lejos de ser un escenario de caos como en ocasiones anteriores.
Sin embargo; la Argentina parece una máquina de dar sorpresas. Y el Gobierno, a la hora de las sorpresas no es precisamente un actor de reparto. La idea de echar a Martín Redrado del Banco Central parece, al menos inoportuna.
Tal es así que si a Redrado se lo quería tildar de antikirchnerista sólo bastaba con leer su curriculum vitae. Es que el hombre que siendo fiel a las políticas del Gobierno, y que vio desfilar nada menos que seis ministros de Economía de las gestiones de Néstor y de Cristina Kirchner, no es otro que el ex presidente de la Comisión Nacional de Valores (CNV) durante el menemismo.
Es decir, para el Gobierno con sólo decir ex funcionario de Menem, hubiese bastado para dar de baja a Redrado mucho tiempo antes.
Pero a la presidenta el Redrado funcionario le sirvió hasta entrado los primeros días de este enero. Es que en estos últimos años, Redrado estaba lejos de ser el rutilante Golden Boy de los ’90, el economista reconocido en los primeros años de esa década por la revista Time como uno de los 100 jóvenes con mayor capacidad de liderar en el futuro, parecía acomodarse a un extraño bajo perfil pero cumpliendo profesionalmente con los lineamientos del Gobierno. Aunque demás está decir que desde que el hombre que supo ser candidateado por un sector de la Unión Industrial Argentina (UIA) para el cargo de ministro de Economía volvió a tomar protagonismo e intentó obstaculizar el pago de la deuda con reservas, se convirtió en el principal enemigo del kirchnerismo.
En el medio de la pelea, donde los empresarios no ocultan que Redrado no sólo se revela ahora porque no concuerda con la decisión de la presidenta Cristina Fernández sino porque también tiene aspiraciones políticas que lo pueden traspolar al próximo gobierno que surja de las elecciones de 2011, los hombres de negocios ven en este conflicto otra oportunidad perdida.
En las playas de la costa argentina o en el exclusivo balneario uruguayo de Punta del Este, donde los empresarios suelen por lo general descansar por estos días de enero, la preocupación por lo que pasa a diario en el Banco Central se convirtió en el tema más relevante.
La mayoría, claro está, ante esta situación hizo la clásica: se posicionó en dólares. Esto lo hicieron no sólo las empresas con deudas en moneda estadounidense, sino también los bancos que necesitaban cubrir posiciones. En todos los casos, y los empresarios así lo reconocieron, la medida fue extremadamente conservadora. Es que técnicamente nadie ve un peso devaluado.
Es más, el Banco Central tiene reservas para salir al mercado a controlar el dólar, en principio por un tiempo largo. Pero la Argentina tiene una historia que no ayuda. Y a eso se suman los rumores. Uno de ellos fue el que circuló por los bancos, donde se aseguraba que una de las principales entidades financieras de capital nacional había comprado una gran cantidad de dólares justo un día antes de que se desatara el affaire Redrado.
Si a estos antecedentes se suman la millonaria multa impuesta a Telefónica y la resolución de la Secretaría de Comercio Interior que modifica las operaciones de comercialización de papel para diarios que produce Papel Prensa, es por demás evidente que la inflación de 2010 parece un tema menor en este casi nulo clima de negocios donde las desprolijidades abundan y donde los empresarios vuelven a usar una muletilla tan trillada como cierta: sálvese quien pueda.
Fuente : El Cronista