Es nada menos que la manera con que el cristinismo más puro ha imaginado, y de algún modo puesto en práctica desde ahora mismo, esa concepción según la cual, desde ahora y por la eternidad, habrá en el país un gobierno conducido por Cristina Fernández de Kirchner y moldeado a su gusto y placer. Un ministro del Poder Ejecutivo que regresaba a su despacho el viernes por la tarde, tras escuchar durante casi cuatro horas el kilométrico discurso presidencial, no se privó de pasarle factura a su interlocutor, además de ratificar que por ese lado saltaría la liebre. “¿Vio? Le dije que se venían cambios que harán historia.”.
Ese “nuevo orden”, que no es otra cosa que la profundización de las formas y los fondos de un gobierno absolutista, casi monárquico, sediento siempre de venganza, autoritario y soberbio, encierra –o encerraba, después de escuchar a la presidenta– la definición más renovada de que están dispuestos a ir por todo. Y que para eso no les importará nada ni nadie que se les interponga en el camino.
Un ejemplo cabal de esto último, casi una anécdota política que no hace más que borrar del todo las ya difusas líneas que separaban al cristikirchnerismo del menemismo, fue la orden de sentar en sus bancas por 24 horas a dos diputados que habían renunciado para asumir como ministros en sus provincias, solamente con la intención de aprobar el escandaloso acuerdo con Irán para ofrecerle en bandeja a la presidenta uno más de sus inusitados berrinches. “Ese memorándum había que sancionarlo porque lo pidió ella, no le busque más vueltas”, se resignó un diputado que todavía permanece en el bloque del Frente para la Victoria y que da fe de que algunos de sus colegas votaron por la afirmativa en medio de dura lucha con sus propias conciencias.
“La presidenta no se detendrá ante nada”, dijo después, y en la misma línea, un funcionario del segundo nivel de gestión de la Casa Rosada. En su visión, es “imposible” no pensar que Cristina Fernández arrasará desde ahora con lo que se le cruce en el camino, después de ver y palpar con sus propias manos la “impresionante” muestra de apoyo y adhesión al modelo que recibió antes, durante y después de su paso por la Asamblea Legislativa del Congreso Nacional.
En esa clave del nuevo orden que se pretende instaurar, y cuya concepción más grave es la decisión de avanzar en la domesticación total de los jueces y la destrucción o el escrache permanente de aquellos que no fallen según los intereses del gobierno, debe leerse su promesa de que detrás de esa reforma judicial no habrá una reforma constitucional que le permita meter por la ventana la posibilidad de acceder a un tercer mandato en 2015. La estrategia en verdad apunta a todo lo contrario: ir por los mecanismos que sin violentar la letra de la Carta Magna permitan conseguir por izquierda lo que claramente está casi saldado, que es que el oficialismo jamás conseguirá los dos tercios de ambas cámaras del Congreso que faciliten los caminos hacia la re-reelección. Para más datos: hay en los laboratorios del poder quienes aseguran que podrían habilitarse pasos alternativos, como una suerte de “democracia plebiscitaria” que privilegie la voluntad de las mayorías populares sobre la letra y el espíritu de nuestra ley fundamental.
Cuando la presidenta dice en el Congreso que nadie debe preocuparse porque detrás de las profundas reformas a la justicia que propone no se esconde un interés subterráneo por modificar la Constitución, dice la verdad, y hace a la vez utilización de una increíble picaresca. La misma que cuando le pasó la pelota a Ricardo Lorenzetti y al resto de sus pares de la Corte, cuando los puso en evidencia delante de toda la Asamblea y les dijo que está en sus manos dictar la acordada que permita que desde ahora también los jueces paguen el impuesto a las ganancias. De paso se cobró una pequeña venganza. Fue contra Carmen Argibay, a quien ella creía de algún modo aliada por cuestión de género, o simplemente suponía que le debía el favor de alguna vez haber sido encumbrada al máximo tribunal por recomendación suya que tomo al pie de la letra el expresidente Néstor Kirchner. Dardo que deslizaron sin inocencia en despachos de la Jefatura de Gabinete. Decirle al mundo que cuando Argibay compareció ante la Comisión de Acuerdos del Senado dijo que estaba en contra de esa prebenda, que exime a los jueces de pagar un tributo que en cambio pagan un trabajador portuario, un mecánico o un camionero, fue una primera y descarnada forma de escrache a la Justicia. Primera de una serie que vendrá de aquí en más hacia los integrantes del único poder que hasta ahora no había logrado domesticar a su gusto, en la medida en que se resistan a la instauración del “nuevo orden” que para los adulones del gabinete y los fanáticos de La Cámpora nació en la República el viernes pasado.
Dice la verdad la presidenta, aunque desde la más amplia insinceridad, porque ella sabe mejor que nadie, después de leer y releer todos los anticipos que le han acercado sobre lo que puede esperarle en las elecciones legislativas de octubre, donde hasta ese día al menos se suponía que era el escenario en el que ella jugaría a todo o nada su paso a la eternidad en la gestión. Esa suerte de “no se hagan los rulos capítulo dos” que ella instaló el viernes es la mejor manera de desafiar a los que pregonaban que el gobierno meterá mano a cuanta trampa tenga por delante para alcanzar esa reforma. Y de paso avisar, que es el verdadero impacto que debería provocar su temprana declinación a buscar ese camino, que irán por otro lado, tal vez el menos pensado. “Es política de manual pura: para qué batir el parche sobre una reforma que la sociedad no quiere y que encima no podemos obtener porque nos faltan los números en octubre”, abundó en la interpretación del paso dado aquel informante de Balcarce 50. Hubo el viernes un ejemplo de que planean ir por otro lado: en la Plaza de los Dos Congresos aparecieron cientos de militantes, jóvenes y viejos, que mostraban a la televisión volantes impresos en los talleres de La Cámpora que rezaban: “Yo tengo el derecho de votar otra vez a Cristina”. O el ignoto militante que desde los palcos altos, donde se ubicaba la tropa de la agrupación ultraoficialista que conduce Máximo Kirchner, le gritó: “¡Yo te quiero votar de nuevo!”, cuando ella desestimó que planee ir por la reforma constitucional.
El diputado Carlos Kunkel, que al igual que su colega Diana Conti sabe más de lo que dice en público acerca de los planes para eternizar a Cristina de la forma que sea, asegura que “ese paso –si la presidenta aceptará forzar las cosas para ir por otro mandato en 2015– se dará el año que viene”. ¿Piensa llamar el gobierno a una consulta popular, o intentar alguna forma de plebiscito, para que sea el ciudadano el que imponga con su voto algo que la Constitución no permite? ¿Es a eso a lo que se refirió el gobernador sanjuanino José Luis Gioja, otro de los fanáticos de la perpetuidad, cuando dijo que la política no podrá ir en contra de la voluntad de las mayorías populares? En todo caso habría que ver, y para eso falta mucho tiempo, aunque octubre podría ser un buen indicio, de si efectivamente “las mayorías” están en el bando donde ellos creen que están. Pero esos planes figuran ahora mismo en formato de borradores en los laboratorios del primer piso de la Casa Rosada.
Hay una interpretación más sensata, y en todo caso más cercana a aquellos manuales. Sostiene que Cristina está obligada a decir que no quiere una reforma constitucional para no violentar a una sociedad que se ha mostrado mayoritariamente en contra de esa posibilidad. Y que de paso mantiene la incógnita sobre su futuro todo el
tiempo que sea necesario, de ser posible hasta finales de 2014, para evitar perder poder y convertirse en pato rengo delante de las corporaciones políticas y económicas de aquí y del mundo. No es, por cierto, y vale la reiteración, lo que piensa el ejército de gurkas que habitan el cristinismo y sus alrededores.
Hay un par de conclusiones que quedan a la luz después de una semana en la que el gobierno mostró todo su enorme desparpajo para conseguir en el Congreso la aprobación del memorándum con Irán, y de las tremendas señales de que van por todos sin detenerse en pequeñeces, tras escuchar a la presidente en el Parlamento.
La primera es que la oposición ha quedado una vez más atrapada en su laberinto. Insiste en ser comentarista de los sucesos delante de las cámaras de televisión, con el agregado en esta ocasión de que hasta recibieron con sonrisas condescendientes las lisonjas interesadas que les dedicó la presidenta, como los casos de Alberto Sanz, Ricardo Gil Laavedra y Ricardo Alfonsín. En las denuncias apocalípticas a distancia de Elisa Carrió. O en los lastimeros reproches de Mauricio Macri y su estigma de peor vecino del barrio. ¿Tomarán nota alguna vez de la enormidad que significa que un gobernador como Antonio Bonfatti ruegue por los diarios que la presidenta lo reciba “al menos” durante quince minutos?
La siguiente conclusión es que la presidenta tiene demasiados frentes abiertos, riesgosos para la salud institucional de la República. La embestida para domesticar a los jueces, los renovados ataques a la prensa independiente, el desafió temerario a la justicia norteamericana de no pagar la deuda en default, y el probablemente oneroso capricho presidencial de firmar un acuerdo con Irán, que la pone en la vereda de enfrente de la comunidad judía mundial y del gobierno de Israel.
Tal vez piensen que todo se puede zanjar con el “nuevo orden” instaurado el viernes desde el Congreso.
FRASE 1: Cristina está obligada a decir que no quiere una reforma constitucional, para no violentar a una sociedad que se ha mostrado mayoritariamente en contra de esa posibilidad. Así mantiene la incógnita sobre su futuro, para evitar perder poder delante de las corporaciones políticas y económicas de aquí y del mundo.
FRASE 2: El diputado Carlos Kunkel, que al igual que su colega Diana Conti sabe más de lo que dice en público acerca de los planes para eternizar a Cristina de la forma que sea, asegura que “ese paso –si la presidenta aceptará forzar las cosas para ir por otro mandato en 2015– se dará el año que viene”.
fuente lanuevaprovincia