El termómetro que con más sensibilidad mide ese fenómeno es la fuga de capitales y el refugio en el dólar. La presidente del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, tuvo que proclamar esta semana que la entidad “va a seguir administrando el mercado de cambios de manera que tenga baja volatilidad . Y después de octubre vamos a seguir teniendo exactamente la misma política”.
Es que el Central está usando cada vez más reservas para mantener el valor de la divisa estadounidense: en todo agosto la demanda se había llevado 1.020 millones de dólares; entre el 2 y el 9 de septiembre ya roza los 1.000 millones. Marcó del Pont admitió indirectamente que el fenómeno es masivo: dijo que el 45 por ciento de las compras son operaciones de pequeños ahorristas.
Por lo demás, la fuga de capitales del tercer trimestre “apunta a ser la más importante desde 2003 –advierte en Clarín un especialista-, superando la fuga observada en el segundo trimestre de 2008, cuando en pleno conflicto con el campo totalizó US$ 8.374 millones”. Ese año la salida total de capitales superó los 24.000 millones de dólares.
¿Cuáles son los factores que alimentan esa fuga? Los hay de carácter exclusivamente económico (el gobierno no da señales de reconocer el temible ritmo de la inflación; la despareja convivencia de un dólar anestesiado y precios que se disparan hace plausible la conjetura de que la armonía se recuperará con una devaluación, como en otras ocasiones; por otra parte, ya hay muchas voces empresariales que se quejan de la pérdida de “un tipo de cambio competitivo”) y también hay dudas relacionadas con las decisiones políticas: el oficialismo viene hablando de “profundización del modelo” como programa de un nuevo período de gobierno, pero nadie tiene claridad sobre lo que ese inscribe bajo ese título.
Roberto Felletti, primer candidato cristinista a diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires y viceministro de Economía, definió el programa como una “radicalización del populismo” basado en avanzar en la “apropiación de rentas”. No faltan sectores de la coalición oficialista que empujan esa interpretación, acompañada por la idea de crecientes cuotas de intervención y regulación estatal sobre la dinámica del mercado.
Mientras su número 2 invoca al cuco populista, Amado Boudou procura tranquilizar a los empresarios cantándoles un arrorró amistoso: se frenará la presión salarial de los gremios; el Estado irá liberando los precios regulados porque necesita descargar el peso de tantos subsidios; Argentina regresará al mercado de capitales (arreglará las cuentas con el Club de París). Por estos días, el candidato a vicepresidente procura corporizar las mejores ilusiones de los hombres de negocios. Pero estos necesitan señales más claras.
La Presidente, entretanto, ofrece mensajes contradictorios: si por un lado esta semana reivindicó las restricciones al comercio que impone su gobierno (cuya figura emblemática es Guillermo Moreno), por otra anunció un interesante Plan Estratégico Agroalimentario que tiende a corregir el rumbo de las relaciones con el campo determinado por los enfrentamientos que marcaron el año 2008. Entre los conceptos esbozados en este anuncio (que hay que traducir en hechos) y la despectiva definición de la soja como “el yuyo” de tres años atrás, hay una evidente rectificación de juicios. El discurso actual parece haber comprendido no sólo el papel estratégico de la producción agraria, sino el hecho (que algunos repetidores anacrónicos ignoran) de que en ella se articulan muchos más factores que humus y lluvias: desde la ingeniería y la electrónica a la biotecnología, una extensa cadena de valor que puede extenderse. ¿Cuál de los mensajes de la Presidente refleja su propia idea de “la profundización del modelo”?
En el seno de la coalición oficialista (y aun muy cerca del círculo de consultas de la señora de Kirchner) hay tendencias en uno y otro sentido. El domingo 3, por caso, un periodista muy atendido en Olivos, Horacio Verbitsky, parecía advertirle a la señora contra las voces más moderadas y sobre “los grandes empresarios” y sus “alabanzas para la presidente y el modelo”. Bajo el título “De la boca para afuera”, el periodista señaló sarcásticamente que “con la mejor sonrisa y juramentados para no decir nunca ajuste ni endeudamiento” los patronos industriales “se proponen contribuir al perfeccionamiento del plan económico sometiéndolo a la supervisión del Fondo Monetario, controlando la inflación y regresando al mercado voluntario de crédito.”