El afectado aire de dignidad que se pretende ponerle a los anuncios, no logra ocultar la fuerza avasalladora de las decisiones individuales. Está claro, aquí las decisiones se toman desde un solo lugar, el gobierno central y no hay ningún espacio para la discusión. De hecho hemos visto que la única opción es aceptar o bajarse de la candidatura como acaba de hacerlo uno de los aspirantes a titular del Ejecutivo de una provincia.
Otro ejemplo, un líder sindical que se debate entre sus propios lamentos en soledad, rumiando su decepción por la escasa participación que se le ha dado y por la poca importancia que se le da a sus expresiones.
Evidentemente, el espacio de decisión es muy estrecho y solo incluye a pocas personas. Este marco plantea la incertidumbre de desconocer, hasta qué punto llegará la voluntad de imponer decisiones desde el gobierno central a los gobiernos locales.
Si las provincias, no tienen espacio, como parecería, para decidir quiénes son sus mejores hombres y mujeres capaces de integrar las listas con miras a los próximos comicios, no es irrazonable pensar que menos espacio tendrán a la hora de decidir sobre su futuro, sus recursos, o sus problemas, resultando solo una delegación del gobierno central al que no se puede contradecir.
El riesgo es grande, y los argentinos deberíamos ir evaluando estos indicadores del, cada vez menor, espacio que quedará a las provincias para ejercer plenamente su autonomía y que pasará al federalismo al baúl de los recuerdos.
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