Hay que admitir que la misma Presidente fue la gran sembradora de misterios: los incitó, más que con su silencio (nada tiene de ilegítimo que un político elija la mejor oportunidad para definirse), con sus palabras: fue ella la que expresó que ya lo había dado todo y que no moría por la candidatura (que en este turno, de acuerdo a la calculada sucesión conyugal, le hubiera tocado a su esposo muerto). Escondedora, mientras promovía dudas e inquietudes (especialmente en sus propias filas), ella estaba segura – lo confesó por la cadena nacional de radiodifusión- de que haría lo que finalmente hizo: jugar a conservar el mando.
Alumbrando el cristinismo
Si bien se mira, la apuesta es aún mayor: la señora de Kirchner está intentando reemplazar el poder que ostentaba su difunto esposo en las propias filas del Frente para la Victoria (“Lo que te ha sido dado, conquístalo para poseerlo”, sugería Goethe). Ella está buscando consolidar el cristinismo, una construcción que se pretende recortada y más disciplinada e ideológica que el conglomerado que Néstor Kirchner había puesto en caja; de Kirchner quedaría el culto (a El) y la referencia mitológica constante. El casting de candidatos forma parte de esa construcción.
A diferencia de Néstor, que no rehuía el cuerpo a cuerpo con los dirigentes territoriales o sectoriales (inclusive con aquellos de los que desconfiaba y con los que quería someter o, a la larga desplazar), su viuda toma distancia y se hace intermediar para esos menesteres: los ha delegado principalmente en Carlos Zanini, el secretario de Legal y Técnica que vigila todos los papeles que ella debe firmar y que, en materia política, se ocupó de hacer la primera selección de los nombres que llenarán las listas oficialistas en todos los distritos del país. A partir de ese recorte primario la selección definitiva quedó sometida a la estilográfica de la señora.
Aplicado con cálculo cronométrico para que la decisión de la dama se conociera al filo de la presentación de las listas a la Justicia Electoral, el método siguió aquella máxima militar de Napoleón Bonaparte que indicaba que la mayor virtud de un general reside en cortar la retirada…de las propias tropas; lo que aquí se perseguía era evitar que la masa de los descontentos tuviera tiempo y posibilidades de saltar a otras alternativas.
La radicalización del “modelo”
Difícilmente se pueda sostener que el procedimiento empleado para designar los candidatos oficialistas tenga parentesco con la democracia. Menos aún con el federalismo. Las líneas evocan más bien conceptos del prócer unitario Julián Segundo de Agüero a principios del siglo XIX (“impondremos la unidad a palos”). Las boletas incluyen a muchos recién llegados, a los que se premia por su juventud, docilidad o invocación ideológica, y desplazan a cuadros políticos con representación en los territorios, en la actividad sindical o en la función pública. A Zanini se le atribuye la doctrina que fundamenta la selección facciosa: “El peronismo será kirchnerista o no será”.
Con las decisiones adoptadas, la señora de Kirchner consolida su poder sobre el sector que la respalda, y, si se quiere, homogeneiza su ejército, pero quizás paga el precio de un mayor aislamiento, no sólo ante la porción de la sociedad política que no aprueba al gobierno, sino inclusive en relación con sectores que hasta ahora forman parte de la coalición oficialista. Esas decisiones son el anticipo de conflictos agudizados.
El rumbo (que ya venía insinuándose) es el de la “profundización del modelo”, es decir –para expresarlo con las palabras del viceministro de Economía, Roberto Feletti-, una “radicalización del populismo”. Feletti explicó a mediados de mayo que hasta ahora un problema del populismo oficial residía en que “no era sustentable, ya que no podía apropiarse de factores de renta importantes", pero señaló que “ganada la batalla cultural contra los medios, y con un posible triunfo electoral en ciernes, no tenés límites".
La selección de Gabriel Mariotto para que cumpla tareas de comisario político de Daniel Scioli desde la vicegobernación bonaerense, de un lado parece un premio (tal vez anticipado) a la victoria “sobre los medios” de la que hacía ostentación Feletti; de otro, implica un maltrato indebido al gobernador bonaerense, sobre cuya gestión en el distrito más extenso y poblado del país se basan las esperanzas de triunfo del oficialismo nacional. En fin, esa imposición es una metáfora del ninguneo al que ha sido sometido el peronismo bonaerense en su conjunto.
Agudización de los conflictos
El núcleo duro del cristinismo da por descontada la victoria electoral en octubre y quiere llegar a ella con su fracción organizada y en condiciones de recuperar a los aliados que hoy quedan resentidos desde otra posición de fuerza (y dejar librados a su suerte a otros), así como de mantener a raya a los adversarios-enemigos. Se preparan para la agudización de los conflictos.
Los números que el cristinismo recibe de la mayoría de los encuestadores alimentan sus ilusiones. Quizás en exceso. Se sabe que las encuestas electorales recién empiezan a aproximarse a la realidad que decretarán las urnas unos quince días antes de la fecha del comicio, cuando la mayoría de la sociedad empieza a estar en clima.
Por otra parte, hay aspectos de las encuestas y los pronósticos que deberían convocarlos a la prudencia. Por ejemplo: en tres temas que son prioritarios para la opinión pública (inflación, seguridad, corrupción) el gobierno sólo cosecha un 15 por ciento de aprobación, contra 60 de rechazo y alrededor de un 25 por ciento de calificación “regular”.
Otro dato: más allá de que en varios de los grandes distritos (Capital, Santa Fé, Mendoza, Córdoba) el kirchnerismo será derrotado o no presentará candidatos, todos ellos –y a esos cuatro hay que sumarle la provincia de Buenos Aires- tendrán probablemente gobernadores que, pese a postularse por distintos partidos (Pro, socialismo, UCR, Unión por Córdoba y Frente para la Victoria) pueden ser ubicados en un plano de coincidencias sobre cuestiones fundamentales: son dialoguistas, no confrontativos, mantienen una buena relación con los sectores de la producción rural y la mayoría de ellos estuvieron del lado del campo en los días de resistencia a la Resolución 125. En el caso de Scioli, que tenía movimientos restringidos por su condición de oficialista, él se encargó de mantener canales de diálogo abiertos con las organizaciones ruralistas de la provincia de Buenos Aires. Una coincidencia más: todos tomaron distancia de las agresiones a los medios.
En los territorios, más cerca del electorado, las representaciones que se cocinan (como varias de las que ya fueron elegidas) expresan un talante alejado de la radicalización que postula el entorno duro del cristinismo y que empieza a tomar cuerpo en las boletas oficialistas y, sobre todo, en el procedimiento adoptada para conformarlas.
El espejo del 2007
Algo más sobre el triunfo que el gobierno nacional da por descontado a más de cien días de la primera vuelta. El 28 de octubre de 2007, la señora de Kirchner alcanzó su primera presidencia con el 45,29 por ciento de los sufragios. Aunque perdió entonces en todas las grandes y medianas ciudades del país, apoyó su victoria en dos pilares: el campo y el segundo y el tercer cordones del conurbano. El tejido de intendentes del Gran Buenos Aires – cuyo disgusto provocó la derrota de Néstor Kirchner en 2009, en beneficio de Francisco de Narváez- en 2007 trabajó intensamente para garantizarle el triunfo a la señora de Kirchner. Ahora, en cambio, tras la confección hipercentralizada de las candidaturas, esa red queda nuevamente resentida. La sangría puede ser importante.
En cuanto al campo, en 2007 la señora de Kirchner obtuvo allí un enorme respaldo: 44 por ciento en Pehuajó, 50 por ciento en Coronel Suárez, 43 por ciento en Henderson, 42 por ciento en Trenque Lauquen, 45 por ciento en Junín, son algunos ejemplos. Después vino la resolución 125 y la guerra larga. ¿Alcanzará con la buena letra que viene haciendo en estos meses el ministro Julián Domínguez para recuperar una parte significativa de aquellos votos? Sin ellos, la idea de repetir el triunfo en primera vuelta de 2007 se vuelve quimérica.
Las elecciones se ganan en las urnas y falta aún para que de ellas surja un pronunciamiento.
Entretanto, la conversación sobre candidaturas le ha dado al gobierno la chance de sacar de las primeras planas el incómodo caso de la corrupción con el dinero público destinado a viviendas populares que manejaba la Fundación Madres de Plaza de Mayo.
Para el gobierno, este es un beneficio extra de los misterios presidenciales.
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