Ya antes de ser investido como precandidato a presidente por parte de Cristina Fernández, su ex ácido crítico Alberto Fernández, había afirmado que algunos jueces deberán explicar sus fallos.Por Ernesto Bobek Cáceres- Envio especial pára Total News-TNA-
Ver que los ardides del zorro triunfan sobre la justicia del león, lleva al creyente a dudar de la justicia. (Khalil Gibran)
Tras el anuncio de aquélla, -hoy una mera conjetura hasta que eventualmente se inscriba la fórmula-, Alberto Fernández fue mucho más allá y en un verdadero alarde de atropello a las instituciones republicanas afirmó: “Vamos a tener que revisar muchas sentencias que se han dictado en los últimos años que carecen de todo sustento y de toda racionalidad jurídica”.
También arremetió puntualmente contra algunos jueces y camaristas federales, así como contra miembros de la Cámara de Casación cuyas resoluciones obviamente han desagradado a los imputados por hechos de corrupción durante los gobiernos cristikirchneristas. Parecería que el avance de los procesos judiciales que en caso de condena llevaría a cumplir penas de prisión efectiva a varios ex funcionarios y allegados a éstos torna inevitable la crispación del sistema nervioso de los directa o indirectamente afectados en su libertad ambulatoria, de obligados a reparación de daños o por meros intereses político partidarios.
Las perimidas ideas -tan ridículas como atentatorias contra el orden constitucional- expresadas hace pocos días por Mempo Giardinelli al postular la eliminación del poder judicial tal vez retroalimentaron la idea de pegar unos manotazos de ahogado para frenar y socavar la legitimidad de eventuales condenas.
Debo confesar que no recuerdo como estudiante ni como profesor de Derecho Penal doctrina o jurisprudencia alguna que desarrollara ni remotamente una teoría de explicación de fallos por parte de los magistrados, ni de revisión de sentencias por quienes no son parte de un proceso.
Los jueces no explican fallos. En cumplimiento de sus funciones jurisdiccionales fundan sus decisiones según establecen los códigos respectivos. Los fallos son susceptibles de ser apelados. En algunos casos son revocados por un tribunal superior, y en otros concluyen confirmados. Al quedar firmes, salvo casos excepcionales como podría ser la cosa juzgada írrita, dejan de ser revisables. Y así debe ser ya que de otra manera los juicios serían eternos, además de injustos.
La Justicia recibe quejas de la sociedad por distintos temas. La mayoría se centra en las demoras en ciertos fueros y en lo que muchos consideran privilegios impositivos. Esos temas pueden ser corregidos y las discrepancias superadas desde lo administrativo y mediante las leyes pertinentes. Pero pretender politizar la justicia de modo tal que pierda su independencia como poder, es propio de gobiernos, políticas y personajes totalitarios. Y lamentablemente, esa es la actitud que dejó expuesta -en forma nada inocente- Alberto Fernández.
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