Hace algunos años, también se había angustiado. En aquel entonces la empresa ganaba menos dinero porque la competencia era feroz y los clientes pedían que las llamadas fueran más baratas.El internet móvil (vía WAP) tampoco despegaba porque los usuarios pensaban que era caro y extremadamente lento.
Pero en aquella época habían logrado salir del escollo. En el mercado, mágicamente, habían aparecido unos dispositivos llamados teléfonos inteligentes que eran bonitos, modernos y venían cargados de aplicaciones. Para superar el miedo de la gente a gastar de más, el ejecutivo había ideado un maravilloso plan: obligar a la gente a firmar contratos de dos años a cambio de recibir el nuevo producto con acceso ilimitado a internet. Ya pagarían por él en cuotas mensuales.
El plan, sin embargo, ya no estaba funcionando. Y nuestro ejecutivo estaba, otra vez, preocupado. Fue entonces cuando su momento "Eureka" se le apareció en el camino.
La nueva angustia del funcionario tenía que ver, otra vez, con los ingresos de la empresa. El negocio de tener millones de abonados pagando una cuota mensual se estaba desgastando. Ofrecer datos ilimitados ya no era benéfico.
La culpa la tenía una voraz internet que ofrecía videos, presentaciones multimedia y aplicaciones capaces de transmitir programas de televisión. Al hombre de negocios le parecía injusto que algunos usuarios devoraran 2 o 3 gigabytes de información cada mes y pagaran lo mismo que aquellos que sólo consumían unos cuantos datos.
Y fue ahí cuando la brillante idea apareció en su cabeza.
"¿Por qué no terminar de una buena vez por todas con las tarifas ilimitadas y que cada quien pague por los datos que consume?", se preguntó emocionado. "Podremos decir que el beneficiado será el usuario, que sólo un pequeño porcentaje consume amplias cantidades de información, mientras que la mayoría usa unos cuantos megas y está pagando de más", se convenció.
El brillante ejecutivo pensaba que así descongestionarían su red (minimizando sus gastos) y conseguirían atraer aún más clientes deseosos de firmar un contrato más barato. Aumentarían el volumen de su negocio y reducirían sus costos.
Pero además este avispado muchacho tenía otro as bajo la manga. Uno con el que convencería a la junta directiva de apoyarlo sin condiciones, de llevarlo a la cima del éxito empresarial.
"Una vez que hayamos convencido a nuestros clientes de que es mejor pagar por lo que consumen y olvidarse de las tarifas planas, llegará el momento de venderles una mejor internet", reflexionó. "Les convenceremos de que si pagan un poco más entonces les ofreceremos una conexión más rápida y un contenido multimedia más atractivo", se dijo.
"Así los que pagan poco recibirán una experiencia móvil limitada y pronto verán que sus amigos disfrutan de otras cosas más atractivas. Entonces querrán cambiarse a nuestra internet más rápida y más cara", pensó mientras esbozaba una sonrisa en su rostro.
El ejecutivo esa noche pudo volver a dormir. Había descubierto el hilo negro.
*Esta es una historia ficticia. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
David Cuen David Cuen
fuente bbc